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Seguiriyas, 1938. Vicente Escudero, 5 m. [Israel Galván, baile; Alfredo Lagos, guitarra]

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  • čas přidán 16. 12. 2013

Komentáře • 4

  • @juancarlossampe6612
    @juancarlossampe6612 Před rokem

    GENIAL !

  • @flamencosur8105
    @flamencosur8105 Před 9 lety +1

    The Gaudi of Flamenco ! Ole !

  • @pedroa.cantero9449
    @pedroa.cantero9449 Před 8 lety +7

    Antonio Machado, un año antes de morir camino del destierro, escribió en “Atalaya” -uno de los capítulos póstumos de Juan de Mairena (LXXXIV): «Casi todo cambia -habla Juan de Mairena a sus alumnos-, sin que esto quiera decir que, como suelen pensar los viejos progresistas, casi todo haya de mejorar con el tiempo, sin que tampoco ello nos obligue a afirmar lo contrario, a saber, que el cambio en el tiempo solo supone desgaste y deterioro; porque también en el tiempo florecen los rosales y maduran las brevas. Casi todo cambia, amigos míos, y no digo todo, a secas, por quitar rotundidad y absolutez a mis afirmaciones y, además, porque hay gran copia de hechos insignificantes como el de haber nacido en viernes , por ejemplo, que los mismos dioses no podían mudar» (9.8-1938). El bailaor Vicente Escudero sería uno de estos “hechos”. Castellano viejo, sintió el duende muy joven, aprendiendo a zapatear sobre las alcantarillas de hierro fundido en su Valladolid natal. Con el tiempo, llegó a crear un estilo sobrio y galano muy distinto del reservado a los “bailaores” de entonces, hasta alcanzar el éxito en el París de los años veinte. Fue amigo de Picasso, Fernand Leger o Juan Gris y, en el flujo de los fenómenos vanguardistas que conocería Europa en esas décadas, bailaría al son de las dínamos eléctricas en la sala Pleyel de París, trazando con su cuerpo figuras cubistas. Aquella estampa vigorosa y esbelta la viví reflejada en uno de los sobrinos de Josefa que ensayaba en el patio de nuestra casa madrileña. Contemplándole torso desnudo, brazos alzados en el furor del baile por seguiriya, sentí por primera vez el pasmo místico con apenas trece años. Pero Escudero, en verdad, nunca dejó de ser un bailaor de misterio castellano. Eso lo supe más tarde, tras rebuscar viejas grabaciones del maestro. Hoy también sé que nació, hace ya algo más de cuarenta años, un genio del baile que heredó el vigor de su ingenio: Israel Galván. Y eso refuerza mi creencia de que la creatividad es imparable. Casi todo cambia, por no decir: con el pasar del tiempo, todo cambia sobre un mantillo añejo.