Rubem Braga Hombre en el mar Desde mi balcón veo el mar, entre árboles y tejados. No hay nadie en la playa, que resplandece al sol. El viento es nordeste y va armando aquí y allá, en el hermoso azul de las aguas, escasas espumas que avanzan unos segundos y mueren, como bichos alegres y humildes; cerca de la tierra las olas son de color verde. Pero percibo un movimiento en un punto del mar: es un hombre nadando. Nada a cierta distancia de la playa con brazadas pausadas y enérgicas; nada a favor del agua y del viento y las pequeñas espumas que nacen y mueren parecen ir más ligero que él. Las espumas son leves, hechas de nada, toda su sustancia es agua, viento y luz, y el hombre tiene sus huesos, su carne, su corazón, todo su cuerpo para transportar en el agua. Él usa sus músculos con una energía tranquila. Avanza. Por cierto, no sospecha que un desconocido lo mira y lo admira porque está nadando en una playa desierta. No sé de dónde me viene esa admiración, pero encontré en ese hombre una nobleza calma, me siento solidario con él. Yo acompaño su esfuerzo solitario como si estuviese cumpliendo una hermosa misión. Ya nadó en mi presencia unos trescientos metros, dos veces lo perdí de vista cuando pasó detrás de los árboles, pero esperé con toda mi confianza que reapareciera su cabeza y el movimiento alternado de los brazos. Unos cincuenta metros más adelante lo perderé de vista, lo va a esconder un tejado. Me parece importante que él nade bien esos cincuenta o sesenta metros, es preciso que conserve el mismo golpe de su brazada y que yo lo vea desaparecer del mismo modo en que lo vi aparecer, al mismo ritmo, fuerte, lento, sereno. Será perfecto: la imagen de ese hombre me hace bien. Es sólo la imagen de un hombre y no llego a darme cuenta de su edad ni de los rasgos de su cara. Soy solidario con él y espero que él lo sea conmigo. Ojalá que él alcance el tejado rojo, entonces podré salir del balcón tranquilo, pensando: “Vi a un hombre en el mar, nadando solo, cuando lo percibí él ya estaba nadando, lo observé todo el tiempo y doy fe de que nadó siempre con firmeza y corrección, esperé a que llegara a un tejado rojo, llegó”. Ahora yo no soy más responsable de él, cumplí con mi deber, él cumplió el suyo. Lo admiro. No logro saber en qué reside la grandeza de su tarea, no estaba haciendo un gesto a favor de alguien ni construyendo algo útil, pero ciertamente hacía una cosa hermosa y lo hacía de un modo puro y viril. No desciendo a la playa para darle un apretón de manos, pero le doy mi apoyo silencioso, mi atención y mi estima a ese desconocido, a ese noble animal, a ese hombre, a ese correcto hermano.
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Querida Hebe eres una preciosidad. Tus escrituras me rechacen. Siento que cada cosita puede ser literatura, tienes una visión maravillosa. Estar ahí le agregó unas moneditas de chocolate a la caja de mi vida. ¡Larga vida!
Es sutil la manera de introducir el tema del lenguaje inclusivo por medio de una literatura mixturada con una nueva construccion de la persona,pero bueno es como dice ella"estoy en el medio"pero me gusta lo por venir,jejeje,es como el ciempies dijo,para verse los pies el animalito tiene que detenerse,pero no lo hara,mejor me dejo llevar por lo que persivo,los demas no me interesa las generaciones,rompamos con todo lo establecido porque esta mas o menos,en ves de buscar arreglarlo,lo establecido tiene muchas fallas pero la anomia nada bueno tiene
Cuánto aprendizaje!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Una mujer con sapiencia!!!!!! Siempre en nuestros corazones!!!!
Rubem Braga
Hombre en el mar
Desde mi balcón veo el mar, entre árboles y tejados. No hay nadie en la playa, que resplandece al sol. El viento es nordeste y va armando aquí y allá, en el hermoso azul de las aguas, escasas espumas que avanzan unos segundos y mueren, como bichos alegres y humildes; cerca de la tierra las olas son de color verde. Pero percibo un movimiento en un punto del mar: es un hombre nadando. Nada a cierta distancia de la playa con brazadas pausadas y enérgicas; nada a favor del agua y del viento y las pequeñas espumas que nacen y mueren parecen ir más ligero que él. Las espumas son leves, hechas de nada, toda su sustancia es agua, viento y luz, y el hombre tiene sus huesos, su carne, su corazón, todo su cuerpo para transportar en el agua. Él usa sus músculos con una energía tranquila. Avanza. Por cierto, no sospecha que un desconocido lo mira y lo admira porque está nadando en una playa desierta. No sé de dónde me viene esa admiración, pero encontré en ese hombre una nobleza calma, me siento solidario con él. Yo acompaño su esfuerzo solitario como si estuviese cumpliendo una hermosa misión. Ya nadó en mi presencia unos trescientos metros, dos veces lo perdí de vista cuando pasó detrás de los árboles, pero esperé con toda mi confianza que reapareciera su cabeza y el movimiento alternado de los brazos. Unos cincuenta metros más adelante lo perderé de vista, lo va a esconder un tejado. Me parece importante que él nade bien esos cincuenta o sesenta metros, es preciso que conserve el mismo golpe de su brazada y que yo lo vea desaparecer del mismo modo en que lo vi aparecer, al mismo ritmo, fuerte, lento, sereno. Será perfecto: la imagen de ese hombre me hace bien. Es sólo la imagen de un hombre y no llego a darme cuenta de su edad ni de los rasgos de su cara. Soy solidario con él y espero que él lo sea conmigo. Ojalá que él alcance el tejado rojo, entonces podré salir del balcón tranquilo, pensando: “Vi a un hombre en el mar, nadando solo, cuando lo percibí él ya estaba nadando, lo observé todo el tiempo y doy fe de que nadó siempre con firmeza y corrección, esperé a que llegara a un tejado rojo, llegó”. Ahora yo no soy más responsable de él, cumplí con mi deber, él cumplió el suyo. Lo admiro. No logro saber en qué reside la grandeza de su tarea, no estaba haciendo un gesto a favor de alguien ni construyendo algo útil, pero ciertamente hacía una cosa hermosa y lo hacía de un modo puro y viril. No desciendo a la playa para darle un apretón de manos, pero le doy mi apoyo silencioso, mi atención y mi estima a ese desconocido, a ese noble animal, a ese hombre, a ese correcto hermano.
Eh gracias! Sabes dónde pueden conseguirse más crónicas de Rebem?
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@Dorian Idris Instablaster :)
Que belleza de entrevista! hermoso de escuchar, cuanta dulzura Hebe y cuantas cosas interesantes que dice ♥️
Tuvo la sencillez de los grandes.
Divina y sabia. Su literatura encanta e inspira.
Gracias por ése hermoso reportaje y por haberlo compartido, desde aquí Anisacate,Córdoba, Argentina.
Querida Hebe eres una preciosidad. Tus escrituras me rechacen. Siento que cada cosita puede ser literatura, tienes una visión maravillosa. Estar ahí le agregó unas moneditas de chocolate a la caja de mi vida. ¡Larga vida!
Jú
Gracias, Hebe!!! Escucharte o leerte siempre es un lujo!!! :D
jajajaj parece una charla con mi abuela, como la extraño...
que escritora !! feliz de escucharla .. y de leerla .. feliz ,felizzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Muy bella entrevista!! gracias por este
Maravillosa!
Esra charla con Hebe Uhart abre la cabeza y te dispara los sentimiebtos en múltiples direcciones, todo dicho con una sencillez ejemplar.
❤
Es una pena que en España no se la conozca lo suficiente.
no sabia que ripeo
Es sutil la manera de introducir el tema del lenguaje inclusivo por medio de una literatura mixturada con una nueva construccion de la persona,pero bueno es como dice ella"estoy en el medio"pero me gusta lo por venir,jejeje,es como el ciempies dijo,para verse los pies el animalito tiene que detenerse,pero no lo hara,mejor me dejo llevar por lo que persivo,los demas no me interesa las generaciones,rompamos con todo lo establecido porque esta mas o menos,en ves de buscar arreglarlo,lo establecido tiene muchas fallas pero la anomia nada bueno tiene
Que madriza le dieron a la pseudo periodista Reyna X González