CUBO DE BENAVENTE_COMARCA BENAVENTE LOS VALLES_ZAMORA

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  • čas přidán 13. 09. 2024
  • #cubodebenavente #puebloscomarcabenaventelosvalles #villamayordecampos
    Población de la comarca de Benavente y los Valles.
    El casco urbano se asienta en una deliciosa vallejada recorrida por el arroyo de Valtorno. Los cerros que lo limitan por el oriente son conocidos, en los mapas, como las Tierras Coloradas. En verdad que tienen bien puesto ese nombre, pues las barrancas allí abiertas por las lluvias presentan una tonalidad rojiza muy fuerte. Por esta zona se hallan las bodegas y cerca de ellas un cerro amesetado, de acceso difícil, denominado El Castillino. Por su nombre, quizás pudo haberse utilizado como enclave defensivo en algún tiempo.
    Siguiendo la línea de cuestas hacia el sur, en terrenos disputados antaño con Uña de Quintana, hallamos un importante asentamiento castreño. Se le designa como La Almena y ocupa la cumbre de un otero. Bien perceptible, su corona se marca con claridad, constituida por los amontonamientos terrosos de la muralla y por el foso excavado en el lateral de acceso más fácil.
    Otro relato afirma que una mujer dio de mamar al hijo de un moro que allí vivía y le pagaron con un generoso puñado de monedas ennegrecidas. Ella, al verlas con ese aspecto, las tiró, sin apreciar que en verdad eran del más rico metal.
    Otro paraje atractivo del pueblo es el de Peña Furada. Se halla al norte del casco urbano, en el Sierro de Valdetalla, en pleno monte. Como su nombre señala es un roquedo agujereado, al parecer artificialmente, con un hueco de unos dos metros de longitud por el que pasaban, jugando, los niños, cuando acudían con sus padres a trabajar por la zona. Aseguran que allá guardaban los moros sus fortunas.
    Frente a todo lo señalado, quizás se la Piedra Ficada el paraje más interesante del término local. En este caso el acceso es corto y fácil, ya que se halla en el pago de la Dehesa, por detrás del cementerio actual, a pocos metros de sus tapias. Según se puede deducir por su denominación, el enclave exhibe una lastra clavada en el suelo y que emerge de él. Por su disposición, al sobresalir desde el centro de un poco marcado túmulo se intuye que pudo formar parte de un ancestral monumento megalítico. Observando con cuidado, la losa no es única, ya que junto a ella se aprecia semienterrada alguna otra. Cuentan que un sacerdote excavó a su alrededor en busca de tesoros. Ahora se ironiza con su ingenuidad. El hoyo sí es apreciable, aunque ignoramos si llegó a encontrar objeto alguno. Así, según lo vemos, esta piedra puede ser un menhir o, con más probabilidad, vestigio superviviente de un dolmen desmantelado. Y, cómo no, también tiene su leyenda de supuestas riquezas escondidas. Un dicho popular afirma que “entre Piedra Ficada y Piedra Maricasada, hay un carro cargado de oro, con vacas y todo”. Esa segunda roca es otro lastrón similar que se halla hacia el noroeste.
    La ermita, grande y bien edificada, está dedicada a la Vera Cruz. De su exterior descuella la pintoresca espadaña y el angosto alpende cobijando la puerta.
    Ya en el interior, su único retablo, además del Santo Cristo titular, exhibe ciertas pinturas, bastantes toscas, pero dotadas de un ingenuo encanto.
    El templo parroquial, resulta artísticamente más notable. Su portada, muy moldurada, lleva como aderezos las típicas sartas de esferillas del último gótico. El interior consta de tres naves separadas por arcos apuntados. Descuellan dos imágenes del Crucificiado. La más antigua es gótica, muy esbelta y noble, a pesar de la rudeza de su talla y de los repintes que la enmascaran. La otra, con su retablo y con la efigie de un santo monje, fue traída aquí del leonés Monasterio de Nogales. Complejo y fastuoso, el retablo mayor luce todos los oropeles de un barroco triunfante. En su hornacina central se entroniza la serena imagen de la Virgen de la Asunción, rodeada de angelillos. El sagrario, engalanado con originales columnitas, salomónicas y estriadas a la vez, resulta sumamente hermoso. Sobre él se halla un expositor también dotado de fino ornamento.
    Entre las casas, existe al menos una que exhibe en sus muros un blasón hidalgo, realzado por su pomposo casco emplumado.
    Bien digna de destacar es la dehesa comunal que se ubica al sur del pueblo, a orillas del arroyo de Valtorno. En ella resisten numerosos fresnos centenarios, de troncos muy gruesos y deformes.
    Información extraída y perteneciente a:
    - Libro “Enciclopedia de Zamora y su provincia” de Javier Saiz Saiz.
    Segun los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística a uno de Enero de dos mil veintitréss el número de habitantes era de 119, dos habitantes menos que el en el año dos mil veintidós.
    Cuenta con una gran tradición vitivinícola, basada en la producción artesanal de vino destinado al consumo familiar. Las bodegas se encuentran excavadas en las laderas del monte que delimita el término municipal con el de Congosta,localidad pedánea de Ayoó de Vidriales, en la zona conocida como El Castillino.

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