Antonio el Chato. Parrandas del medio. Estación de Puerto Lumbreras (Murcia), 28-03-2015

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  • čas přidán 7. 05. 2019
  • Algunos hechos sociales tienden a reproducirse en el tiempo, con sus adaptaciones y pese a los normales cambios que, debidos a diversas influencias, se originan en la sociedad. Así ocurre con determinados aspectos de la cultura tradicional, como la música, sobre los que, desde el nacimiento del movimiento romántico a fines del siglo XVIII en ciertos países europeos (en España la influencia fue algo posterior), la valoración social sufre altibajos, pero sigue renaciendo con persistencia tras periodos de declive. Se ha escrito mucho sobre los contenidos simbólicos y de identidad de la cultura tradicional que, procedentes de hechos reales, inventados, recreados o readaptados sobre realizaciones anteriores, proporcionan un soporte emblemático a los pueblos, especialmente en tiempos de dilución de antiguas costumbres en aras de nuevas modas.
    A veces, contracorriente de tendencias dominantes, rebrotan periódicamente, más o menos modificadas, durante un tiempo de duración variable y al amparo de ciertos contextos culturales y sociales favorables, modas del pasado que estaban abocadas teóricamente a la desaparición, como ha sucedido con otros muchos casos.
    Algo así ocurrió con los bailes sueltos (a veces llamados de rifa) de las comarcas lindantes entre Murcia y Almería (sureste de España), por la zona de Puerto Lumbreras. Desaparecidos en sus contextos naturales (los cortijos de los campos y sierras circundantes) hacia finales de la década de 1960, se retomaron con la denominación de bailes de parrandas en los bares del terreno unos años más tarde, siendo su artífice uno de los artistas populares de la zona: José Liberato Contreras Fernández, el Chato de Puerto Lumbreras (1938-2000), que instituyó una escuela ambulante de músicas y bailes, y al que siguió, en cuanto a los bailes de taberna, otro músico local, José María Lasso Pérez, el Cojo de Henares . Tras la muerte de El Chato, pasados unos años y cuando parecía difícil recuperar esa empresa en tiempos en que las modas de las músicas de tradición oral iban por otro caminos (encuentros de cuadrillas, festivales folclóricos…), su hijo, Antonio Contreras Muñoz, Antonio el Chato, (1966) retomó la actividad que creó su padre, tanto en la vertiente de escuela como en los bailes de parrandas de los sábados en algún bar de la zona.
    Es evidente que los tiempos no son los mismos que cuarenta años antes, cuando José el Chato empezó a tocar en el bar Rodeo, ya que no son los bailes tan multitudinarios como entonces, pues mucha gente ha desaparecido, otros son bastante mayores, y otros son jóvenes ya enseñados en escuelas de baile (del propio Antonio el Chato por ejemplo) y no han vivido el baile con una realidad juvenil y cotidiana casi diaria, pero a pesar de ello es posible reconocer un ambiente lúdico más parecido a aquellos otros del pasado que a ciertos usos actuales, en festivales de tipo folclórico, donde la componente de espectáculo escénico suele primar sobre la de diversión.
    Un ejemplo de un baile de parrandas con Antonio el Chato al toque lo adjuntamos a la Colección Memorias de la Tradición
    / antropologoclemente
    con estas imágenes en las que se puede ver a Antonio el Chato tocando en un baile suelto que tuvo lugar en el Salón Social de la Estación de Puerto Lumbreras (Murcia) el sábado 28 de marzo de 2015. Entre otros al toque, además de Antonio el Chato a la guitarra, está su hijo José Miguel Contreras a las postizas; Justo Parra, de Huércal-Overa, guitarra;…
    Se tocan unas parrandas del medio, una variedad de seguidillas también conocidas como parrandas peretas, que en esta modalidad sin cante en la zona les llaman parrandas sordas, mientras bailan algunos de los presentes.
    Las denominaciones de arriba, del medio o de abajo son bastante comunes en las músicas de tradición oral del sureste español para designar temas para baile suelto en función de la tonalidad dominante en cada pieza y la posición física de los dedos de la mano izquierda en los trastes de la guitarra.
    El toque de Antonio el Chato permite ejemplificar una de las características más notables de las músicas de tradición oral: la variabilidad, pues sobre un ritmo básico, preciso para el baile, y un tono determinado, se pueden ejecutar distintas variaciones que, en función de las capacidades del intérprete, sirven para evitar la monotonía y aumentar la diversión de los presentes y el lucimiento del músico.
    Vídeo y texto: Manuel Sánchez Martínez.
    Colección Memorias de la Tradición: Licencia Creative Commons BY-NC-SA
    Para un estudio de contexto véase:
    memoriasdelatradicion.blogspot...
    Correo electrónico de contacto:
    memoriasdelatradicion@gmail.com
    Se ruega citar la procedencia y comunicar los posibles errores
  • Hudba

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