Valle de Pineda, MONTAÑA PALENTINA

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  • čas přidán 1. 07. 2019
  • El valle de Pineda se encuentra en la montaña palentina.
    Si ha soñado con mundos de fantasía he aquí uno que parece sacado de una fábula, en donde solo hay espacio para la paz y el sosiego. Un lugar donde el tiempo se para y se puede dormir bajo las estrellas.
    Donde puedes refugiarte tras un roble o dejar volar la imaginación a la vera de un río de aguas cristalinas. Un sorprendente espectáculo de la naturaleza que cuando lo dejas sientes que atrás quedó un mundo mágico y halagüeño. En Pineda entra uno en contacto con lo inédito, con un paisaje deslumbrante, sublime y transparente que te enciende los ojos y envuelve en un baile sensorial.
    Cuando transites por la montaña palentina no te limites sólo a ver por donde pisas o las hojas caídas de los árboles, sino también los árboles que se mantienen de pie. La vida invariablemente triunfa sobre el sufrimiento y la muerte. Canta a la hoja que está caída, sí, pero también al árbol que reverdecerá y volverá con nuevos bríos mostrándonos sus hojas, flores y frutos.
    Todo esto que, aparentemente se muestra insignificante, es parte del rocío de las cosas pequeñas donde el corazón encuentra su alborada y se refresca.
    Siéntate un momento y deja que se bañe todo tu ser de cuanto te rodea. Calcula, analiza, describe, sintetiza, deduce, organiza, proyecta, pero también elige el lugar, el momento, la orientación y el fondo. Sé creativo y convierte el lugar en un mundo mágico de colores, sonidos y caricias. Deja fluir tus emociones, sentimientos, estados de ánimo y amor. Vive lo que estás experimentando. Contempla con embeleso las colinas rebosantes de flores, de plantíos o de nieve donde las jornadas empezaban al salir el sol y terminaban cuando se ponía; no apartes la vista del exótico paisaje y llénalo todo de luz, de vida, de imágenes, símbolos, fantasía e imaginación. Y cuando te vayas, recorre a paso lento las pequeñas calles del pueblo y escucharás los cantos y las risas de muchos niños que aún resuenan en el aire fresco de la noche.
    En uno de esos veranos lánguidos, donde puedes practicar la plácida ociosidad, intérnate en el bosque a la hora del día en que cae el sol más de plomo, cuando no se mueve una hoja de los árboles y encontrarás una quietud perfecta. Acuéstate perezosamente en el suelo, tendido boca arriba para ver pasar las nubes vagabundeando por el cielo. Todo el mundo es tuyo y la paz estará puesta a tus pies.

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