𝗡𝗼𝘀𝘁𝗮𝗹𝗴𝗶𝗮 𝘆 𝗿𝗲𝗯𝗲𝗹𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗝𝗼𝗿𝗴𝗲 𝗘𝗱𝘂𝗮𝗿𝗱𝗼 𝗘𝗶𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻 | 𝗥𝗶𝗰𝗮𝗿𝗱𝗼 𝗪𝗶𝗲𝘀𝘀𝗲

Sdílet
Vložit
  • čas přidán 23. 06. 2024
  • 𝗡𝗼𝘀𝘁𝗮𝗹𝗴𝗶𝗮 𝘆 𝗿𝗲𝗯𝗲𝗹𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗝𝗼𝗿𝗴𝗲 𝗘𝗱𝘂𝗮𝗿𝗱𝗼 𝗘𝗶𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻 | 𝗥𝗶𝗰𝗮𝗿𝗱𝗼 𝗪𝗶𝗲𝘀𝘀𝗲
    “𝘋𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘯𝘤𝘦́ 𝘢 𝘭𝘦𝘦𝘳 𝘺 𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘣𝘪𝘳 𝘮𝘦 𝘥𝘪 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦
    𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘪𝘨𝘪𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘳𝘢
    𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘪𝘨𝘪𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯 𝘮𝘪𝘭𝘢𝘨𝘳𝘰.
    𝘔𝘰𝘥𝘦𝘴𝘵𝘢, 𝘪́𝘯𝘵𝘪𝘮𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘩𝘢𝘨𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢
    𝘢𝘨𝘳𝘢𝘥𝘦𝘤𝘦𝘳𝘭𝘰”. Jorge Eduardo Eielson
    [...]
    (9) ¿Quién era este visionario a quien nunca abordé, aunque fue mi vecino en Barranco a fines de la década de 1970, alojado por un tío mío en el pasaje Funicular a dos puertas de nuestros amigos Rafael Hastings e Ivonne von Möllendorf? Lo conocería recién en 1987, en la segunda Bienal de Trujillo. Eielson recitó en la que sería su primera y única lectura pública en el Perú. La casona de la plaza de armas rebosaba con una audiencia electrizada. Lo recuerdo escuchando más tarde al borde del éxtasis el cajón de Julio Algendones, “Chocolate”, y alternando con los artistas jóvenes como tratando de acortar las distancias de su larga ausencia. Pasado el evento, Eielson publicó en “Lundero” -suplemento del diario 𝘓𝘢 𝘐𝘯𝘥𝘶𝘴𝘵𝘳𝘪𝘢 - más de veinte artículos sobre arte y cultura. Ahí advirtió casi proféticamente que “el mito del progreso, tan radicado en el alma occidental, está agotando los recursos naturales del planeta y envenenando su atmósfera. Nunca como ahora, en sus millones de años de vida, la Madre Tierra había sido sometida a un saqueo y maltratamiento semejantes”.
    (13) Eielson dialogaba con materiales simples e ideas complejas. Incursionaba poéticamente en lo doméstico -sillas, platos, botellas de leche- y en la ciencia. Perseguía, dijo, un “verdadero enganche con la realidad profunda de nuestro tiempo”. Fascinado con el principio de la incertidumbre de Heisenberg, constataba que en la realidad subatómica no existen posiciones ni velocidades, sino solamente ondas: una especie de “sueño de la materia”. Escribe: “Heisenberg atribuye a la naturaleza, en sus estratos más profundos -como es el caso de la física cuántica- una conducta muy cercana a la espiritualidad, e incluso la subconsciencia”. Esas partículas “son tan veloces e indescifrables que parecen estar gobernadas por el azar. Todo esto es de la más alta poesía. Por eso digo siempre serán los hombres de ciencia y sobre todo los cosmógrafos y los físicos de altas energías, los verdaderos poetas del siglo veintiuno”. Eielson se rendía ante el “impalpable elemento lúdico/aleatorio que preside toda obra humana, e incluso todo elemento natural”.
    (17) Sigo sorprendido ante cada uno de sus quipus. Son piezas únicas y, a la vez, engarzadas en una serie aparentemente infinita. Ya en 1956 el poeta había formulado una pregunta crucial: “¿Y quién sería capaz de decidir con precisión si la luz suprema de la conciencia e inteligencia humanas no ejerce en nuestra sensibilidad ultramoderna la misma sugestión espiritual que la oscuridad y el misterio del existir en los pueblos de la antigüedad o en las sociedades primitivas del presente?”. Para su amigo y cómplice Javier Sologuren, “Eielson es el artista que ha sabido anudar la magia o la mística del color con los vectores formales en un centro abierto como una llama sutil y firme en el espacio. […] Eielson va ‘atando’, en cada obra suya, la concreción corpórea al escenario cósmico. […] Sus nudos “provienen del fecundo vínculo de la semejanza, de la metáfora descubridora”.
    El hombre primitivo piensa mientras ata. Desde finales de la Ilustración, los nudos han motivado estudios de matemáticos, y luego de físicos, cosmólogos y biólogos. Eielson moviliza de nuevo algo muy arcaico: los hilos de la memoria. (18) Sabemos que los antiguos quipus no solo funcionaron como auxiliares contables. En 1615, Guamán Poma dibujó a un “secretario” que sujeta un quipu bajo el título “Astrólogo poeta que sabe del nudo del sol y de la luna”. Estos expertos en la lectura del cielo y de sus números eran los 𝘲𝘶𝘪𝘭𝘭𝘢 𝘸𝘢𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘪𝘱𝘰𝘤, ‘lectores de quipus de meses y años’, guardianes y decodificadores de información calendárica y de combinaciones mágicas destinadas a asegurar el descanso de los muertos. Del mismo modo, Eielson conecta niveles cósmicos con cuerdas y tejidos, como nexos tangibles entre el micro y el macrocosmos, entre lo visible y lo invisible.
    (20) Las tensiones, torsiones, ataduras y superposiciones de tejidos desdoblan el plano y le dan al bastidor un rol protagónico. Los planos y las cuerdas se alzan, se echan y se pliegan como un fragmento del desierto visto desde alturas satelitales, dividido por cortinajes o campos cromáticos. Eielson habla de sus “quipus” como de estructuras plásticas “en abierto conflicto con el cuadro tradicional”, frutos de “un irónico mestizaje entre el mundo clásico europeo y el nudo incaico americano”.
    [...]
    _______
    Léase el texto completo en:
    100064918141...

Komentáře •