Rafael de León 7 mejores poemas
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- čas přidán 16. 12. 2022
- Contiene:
00:03 Duda
00:57 Romance
03:54 Pena y alegría del amor
07:37 Trigo limpio
11:00 Romance del hijo que no tuvimos
14:54 ¿Me da usté candela?
20:25 Profecía
Poesía, cuentos y narraciones en la voz de Tomás Galindo.
Extraordinario Rafael de León!!!! Mil veces gracias x regalarnos su genialidad. QEPD 👏👏👏👏👏🙏🙏🙏🙏🇪🇸
Que sorpresa hermosa!!!!!
Encontrar a mi poeta !!!!!!
Me muero con Rafael de León!!!!!!
Impresionante e insuperable.
Único Rafael de León,hermosas poesias me encantan
Fabuloso RAFAEL DE LEON
Que Grande Rafael de León.
Que poesía más bonita me encanta.
D.E.P 🌹💙😇
¡¡¡Qué pasión, emociona profundamente....!!!!
Simplemente Una delicia cada una de sus frases, sus palabras, me producen una explosión de emociónes y sentimientos tan reales y vívidos, que pareciera ser yo el mismísimo protagonista de cada poema 👏👏👏👏❤️❤️❤️❤️
Sin palabras, un genio .❤
1. Duda
¿Por qué tienes ojeras esta tarde?
¿Dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?
Tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.
¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿Qué azul de vena o mapa te condena
al látigo de miel de mi castigo?
¿Y por qué me causaste esta pena
si sabes, ¡ay amor! que soy tu amigo?
2. Romance
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un suave
melocotón sonrosado.
Cuando dijiste: «Te quiero»
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.
Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios.
De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!
El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas
y que le dobla los años».
Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.
Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sienes
en la palma de tu mano.
Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.
¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»
Y colorín colorado.
3. Pena y alegría del amor
Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.
Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, alegría, alegría,
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva,
vida, no vuelvas a hacerlo
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
¡ay, Virgen de los Remedios!
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
4. Trigo limpio
María Manuela, ¿me escuchas?
Yo de vestíos no entiendo,
pero... ¿te gusta de veras
ese que te estás poniendo?
Tan fino, tan transparente,
tan escaso y tan ceñío,
que a lo mejor por la calle
te vas a morir de frío.
Te sienta que eres un cromo,
pero cámbiate de ropa,
si es un instante, lo justo
mientras me tomo esta copa.
Ponte el de cuello cerrao
que te está de maravilla
y que te llega dos cuartas
por bajo de la rodilla.
Cada vez que te lo pones
te encuentro tan elegante
que dentro de mí murmuran
los duendecillos de un cante.
"La rosa que me entregaron
al pie del altar mayor
lleva las sayas cumplías
y nadie le ve el color".
Pero antes de que te vistas
coge un poco de agua clara
y afuera los melinotes
que te embadurnan la cara;
ni más carmín, ni más cremas,
ni más tintes en el pelo;
no te aguanto más colores
que los que te puso el cielo.
Se acabó enseñar las piernas,
y los brazos, y el escote,
y el rostro no te lo pintes
ni aunque te salga bigote;
que te hizo Dios tan hermosa
como una rosa temprana
y se va a enfadar contigo
por enmendarle la plana.
Y a tu prima le devuelves
la pulsera de brillante,
son mucho lujo esas piedras
pa la mujer de un tratante.
Te quiero guapa y sencilla
como yo te conocí,
no tienes que engalanarte
pa nadie más que pa mí.
Ni más zapatos de Gilda,
Ni más turbantes de raso;
para presumir te sobra
con cogerte de mi braso;
y como un día te vea
que enciendes un cigarrillo
vas a echar, entrañas mías,
el humo por los tobillos.
No quiero que me pregunten
"Esa gachona, ¿quién es?,
¿una secretaria de esas
que beben champán francés?"
Ni tú eres mujer moderna
ni quiero que lo aparentes
que yo te prefiero antigua
y oliendo a mujer decente.
Que con el triguito limpio
toito er mundo te compare,
que por defuera y por dentro
te parezcas a mi mare.
¿Te cambiaste ya el vestío?
Pues andando p'al teatro,
ya verás tú con qué envidia
nos contemplan más de cuatro:
"¡Vaya un marío con suerte
y una mujer bien plantá,
es una vara de nardos
con la carita lavá!".
Y al salir yo te prometo
cantarte por alegrías,
lo mismo que te cantaba
cuando tú eras novia mía:
"Mi novia es la más hermosa
y no se pinta la cara
la tiene como una rosa
tan sólo con agua clara"
El barco de mis amores
no tiene más que una vela
remendaita y graciosa
igual que María Manuela
Se conforma mi niña con un vestío
y le basta y le sobra con un marío.
De percal que se ponga,
¡viva el salero!,
es mi María Manuela
la reina del mundo entero
5. Romance del hijo que no tuvimos
Hubiera podido ser
hermoso como un jacinto
con tus ojos y tu boca
y tu piel color de trigo,
pero con un corazón
grande y loco como el mío.
Hubiera podido ir,
las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya,
con su traje de marino,
luciendo un ancla en el brazo
y en la gorra un nombre antiguo.
Hubiera salido a ti
en lo dulce y en lo vivo,
en lo abierto de la risa
y en lo claro del instinto,
y a mí... tal vez en que saliera
en lo triste y en lo lírico,
y en esta torpe manera
de verlo todo distinto.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
Tres caballos, dos espadas,
un carro verde de pino,
un tren con cuatro estaciones,
un barco, un pájaro, un nido,
y cien soldados de plomo,
de plata y oro vestidos.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
¿Te acuerdas de aquella tarde,
bajo el verde de los pinos,
que me dijiste: ¡Qué gloria
cuando tengamos un hijo!?
Y temblaba tu cintura
como un palomo cautivo,
y nueve lunas de sombra
brillaban en tu delirio.
Yo te escuchaba, distante,
entre mis versos perdido,
pero sentí por la espalda
correr un escalofrío...
Y repetí como un eco:
«¡Cuando tengamos un hijo!...»
Tú, entre sueños, ya cantabas
nanas de sierra y tomillo,
e ibas lavando pañales
por las orillas de un río.
Yo, arquitecto de ilusiones
levantaba en equilibrio
una torre de esperanzas
con un balcón de suspiros.
¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria
cuando tengamos un hijo!
En tu cómoda de cedro
nuestro ajuar se quedó frío,
entre azucena y manzana,
entre romero y membrillo.
¡Qué pálidos los encajes,
qué sin gracia los vestidos,
qué sin olor los pañuelos
y qué sin sangre el cariño!
Tu velo blanco de novia,
por tu olvido y por mi olvido,
fue un camino de Santiago,
doloroso y amarillo.
Tú te has casado con otro,
yo con otra hice lo mismo;
juramentos y palabras
están secos y marchitos
en un antiguo almanaque
sin sábados ni domingos.
Ahora bajas al paseo,
rodeada de tus hijos,
dando el brazo a... la levita
que se pone tu marido.
Te llaman doña Manuela,
llevas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan
en la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos,
como dos desconocidos;
tu marido sube y baja
la chistera; yo me inclino,
y tú sonríes sin gana,
de un modo triste y ridículo.
Pero yo no me doy cuenta
de que hemos envejecido,
porque te sigo queriendo
igual o más que al principio.
Y te veo como entonces,
con tu cintura de lirio,
un jazmín entre los dientes,
de color como el del trigo
y aquella voz que decía:
«¡Cuando tengamos un hijo!...»
Y en esas tardes de lluvia,
cuando mueves los bolillos,
y yo paso por tu calle
con mi pena y con mi libro
dices, temblando, entre dientes,
arropada en los visillos:
«¡Ay, si yo con ese hombre
hubiera tenido un hijo!...»
6. ¿Me da usté candela?
Perdone “usté” caballero.
¿Quiere “usté” darme candela?
¡Mil grasias!
El farolero que ensiende
esta callejuela
parese que sa dormío,
no es sitio mu de mi gusto
tan solo... tan escondío...
¡como pa llevarse un susto!
Claro que pa dos valientes
que sargan desafíaos...
este es un sitio imponente,
y pa los enamoraos.
Cuando la luz se retira
y viene ya anochesiendo
y el va disiendo mentiras
y ella se las va creyendo.
¡Que casualiá señores!
a “usté” lo conozco yo,
“usté” no se llama Flores
y vive en Amor de Dios?
¿Dónde lo he visto yo a “usté”?
¿tal vez en la barbería...?
¿o en la Puerta de Jere...?
¿o en una fotografía
sobre un marco mu bonito
de peluche carmesí y escrito...?
- A mi Rosarito de su “nene”
PEDRO LUIS” -
Es una condisión rara
que tienen los de mi quinta,
que contemplando una cara
ya nunca se nos despinta.
¡Si Sevilla es un pañuelo!
ya ve “usté” que grasia tiene
yo al pronto dije un “mochuelo”
y resulta que es er “nene”.
Con su buen sigarro puro,
su tirilla armidoná
y metiéndose en lo oscuro
como un hombre de verdá.
Y es que por esta calleja
se acorta pa Puerta Osario
pero allí no está la reja
de esa muchacha Rosario.
Allí hay unos ojos verdes
de bicho de mal agüero
que el que los mira se pierde
¡no vaya “usté” compañero!
Esa Mari Juana Sánchez
que le espera en el saguán
tiene ya cuatro renganches
y sabe mas que briján.
Con esto yo no le quito
que vaya “usté” donde quiera
to pué ser que Rosarito
cuando se entere... se muera.
Pero claro “usté” es un “nene”
grasioso y enamorao
con buen tipo, muchos bienes
y novias por tós los laos.
Rosario... una menudensia,
bonitilla y sin parné...
pero tiene mas desensia
que toa su casta de “usté”.
Y da la casualiá
que desde que ella a nasío
cuando tiene que firmá
firma con mis apellíos.
¡Del coló de la senisa
se le pone a “usté” el semblante!
y es que el corasón le avisa
de lo que tiene delante.
Si señó, un banderillero
que estaba aye en Venesuela
y hoy es er duende primero
de esta oscura callejuela.
Y se tropiesa a un tal Flores
tan siego y tan temerario
que le está mintiendo amores
a esa muchacha... Rosario.
Y el duende con voz muy baja
se acerca y le dice ar tal:
“encárgate la mortaja
si güelvo a verla llorar”.
¿Porqué te callas? ¿qué piensas?
¡creí que eras mas valiente!
¿o es que ya te da vergüensa
burlarte de una inosente?
A Dios del Cielo le pío
que te pongas en rasón
porque tengo desidío
buscarme la perdisión.
Porque...¡ese nardo! ¡ese lirio!
que a ti tanto te divierte
lo quiero yo...¡con delirio!
¡con fatiguitas de muerte!
Porque es la viva pintura
de una Santa que murió
dejándome esa criatura
pa que la criara yo.
Y he sembrao el mundo entero
de pares de banderillas
para ponerle en Enero
los Reyes a mi chiquilla.
Pa que ahora venga un tunante
le jure y ella lo crea
y así que se acabe el cante
buenas noches y ahí te queas.
Al que quiera intentar eso
con la flor de mis entrañas
le pongo el pié en el pescueso
lo mismo que a una alimaña.
Si se casa “usté” algún día
y el Cielo le da un chavá
dirá: ¡que rasón tenía
el que me quiso matá!
Que a eso namás he venío
pa que andarse con pamplinas
en justisia yo he debío
clavarlo a “usté” en una esquina.
Pero en fin... de “usté” depende,
le conozco y “usté” a mí
y aquel que a mi niña ofende
que se ponga a bien morir.
¿Se va “usté” pa Puerta Osario?
no se meta “usté” en belenes
yo me voy con mi Rosario...
mi Rosario... con Dios “nene”.
7. Profecía
«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»
¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mes
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorar,
yo, crusándome de brasos
dije que me daba iguá.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin ser tu mardo,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más te ha querido,
con eso tengo bastante.
Y haciendo un poco de historia,
nos volveremos atrás,
para recordar la gloria
de mis días de chaval.
-¿Qué tiene el niño, Malena?
Que anda como trastornao,
tiene carilla de pena
y el colorcillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No te parece a ti extraño?
No es una cosa muy rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?...
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila:
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigila, mujer, ¡vigila!
(Y fueron dos centinelas
los ojitos de mi mare):
-Cuando sale de la escuela
se va pa los Olivares.
-Y ¿qué busca allí?
-Una niña. Tendrá el mismo tiempo que él.
José Miguel, no le riñas,
que está empezando a querer.
Mi pare encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos zarcillos
y a mí un pantalón de hombre.
Yo no te dije ¡te adoro!
pero amarré en tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos cintas de color de rosa
que engalanaban tus trenzas.
- Voy a misa con mis primos.
- Bueno, te veré en la Ermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
- Dice mi tiíta Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rocío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
y el bronce de esta campana
y el romero de los montes
y aquella línea lejana
que la llaman horizonte.
¡Tó es sagrao: tierra y cielo,
porque así lo quiso Dios.
¿Qué te gusta más? ¡Tu pelo!
¡Qué bonito me salió!
- Pues, ¿y tu boca, y tu brazo,
y tus manos redonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas zuritas?
Con la pureza de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.
Y a la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso.
Y luego nos retratamos
en las agüitas del pozo.
Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la cintura.
Yo te pregunté: -¿En qué piensas?
Tú dijiste: -En darte un beso.
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
-¡Chis!... Mi hermanillo está en la cuna,
le estoy cantando una nana.
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."
Y mientras que tú cantabas
yo, inocente pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujer.
¡Pamplinas! Figuraciones
que se inventan los chavales,
después la vida se impone:
tanto tienes, -tanto vales.
Por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía:
Tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó.
Y te llamarás ¡Cobarde!
como te lo llamo yo,
y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico.
Y se llevó la cigüeña
mi corazón en su pico.
Pensarás: no es sierto ná.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío:
y con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella.
Avísame deseguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."
Pensarás: No es sierto ná.
Yo sé que lo estoy soñando".
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando
porque sin ser tu marío
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy quien más te ha querío:
y con eso tengo bastante.
Esta señora canta de una manera muy grotesca la verdad siento pena nada que ver con La Piquer o las verdaderas divas Españolas