Viernes Santo. Procesión del Encuentro.

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  • čas přidán 9. 04. 2020
  • “Ahí pasa el Nazareno,
    con la túnica morada,
    la mirada de Dios bueno
    y la soga al cuello echada.”
    (GABRIEL Y GALÁN)
    “Y del fragante campo llega el quejido
    del ruiseñor que llora desde su nido;
    llora cuando, en la noche majestuosa,
    pasa en silencio santo la Dolorosa.
    Que es el amor más grande
    de los amores
    en mi pueblo,
    la Virgen de los Dolores.”
    “En el Santo Entierro” (JOAQUÍN SUÁREZ, 1925)
    Una vez más, recurrimos a lo que Hernán Alonso recordaba en 2017, revisando los escritos de poetas en relación a la Semana Santa Villafranquina.
    El Viernes Santo es el día por antonomasia en lo que a tradiciones en nuestra villa se refiere. Bien temprano, el clarín y el bombo vuelven a dar la llamada por diferentes rincones y algunos vecinos salen a la ventana para mostrar su agradecimiento y disfrutar el momento que se repite año tras año. Los más madrugadores, que suelen cargar con alguna imagen, se dan cita para desayunar tomando la “lamparilla” (los más atrevidos), mientras que otros prefieren degustar unos churros tras la procesión.
    En la Alameda Alta, la Dolorosa y el Nazareno, provenientes de la Colegiata y de San Francisco, se detienen frente a frente por las señas de San Juan y la Verónica graba en su pañuelo blanco la faz de Jesús. Los pequeños nazarenos, con sus trajes negros y la zarza en el capirote, caminan en fila india tras la imponente cruz donde, antaño, tenía lugar el Desenclavo. Esta representación está cargada de emoción para todos aquellos que viven el Viernes Santo como uno de esos días que, desde la infancia, forman parte de su tradición cultural.
    Una vez terminado el sermón, las imágenes retornan a San Francisco, donde la Orden Franciscana Seglar las pondrá a punto para la gran procesión de la noche.

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