#CuestiónTeLee

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  • čas přidán 13. 09. 2024
  • - ¿Cuál es tu don para ofrecer en estos tiempos?, preguntó Laura.
    La veía a través del computador. Ella está en Inglaterra y nos convocó a mí, que estoy en Bogotá, y a otros cuantos que desde hace un año hacemos parte de un grupo de WhatsApp en el que aprendemos otras cosas que no son periodismo.
    - No tengo idea, respondí. Y a renglón seguido pensé para mis adentros “me gusta leer”.
    Para este momento de pandemia, la conversación tomó otros rumbos y será motivo de otra historia, pero la idea de leer en voz alta me invadió. De hecho, lo disfruto. Aquí en secreto: es el momento en el que soy actriz sin temor a ser abucheada. Así que, resuelta, lo hice. Y como si fuera una fórmula mágica, me volvió a salvar de la angustia de estos días. Les cuento: siendo una niña la literatura me salvó. Tenía unos nueve años cuando mis padres se separaron y sentí por primera vez que era caer en un hoyo profundo, sin fin. Como la vida está llena de magia y de amor no sé por qué se me ocurrió leer. O cómo es que empezaron a llegar libros a mis manos. Mi mamá se había anticipado y a esa edad me regaló: Arrume de rimas. Era un libro de poesía y rimas que recopila textos de Antonio Machado, García Lorca, entre otros, para niñas como yo. Era de pasta dura, rosada y traía a un gran sapo en la portada, con otros seres y personajes. Los poemas venían ilustrados. Lo amé y casi me aprendí los poemas. De ahí recuerdo leer la Villa de Beodez donde todo es al revés. Ella, mi madre, debió notar que me gustaba por encima de tener muñecas. De ahí pasé a tener otros dos libros en el que ya no habían poemas sino relatos. Entonces, hubo un punto de giro que cambió mi rumbo. Me situaba en algunos personajes y los observaba lentamente, como una gata que persigue a su presa. Si el personaje se detenía a pensar ciertas cosas, yo también. Si el personaje decidía hablar con su madre, yo también. Si el protagonista salía de sus dificultades, que parecían insalvables, entonces, sí señoras y señores, yo también. Yo era una niña que sentada en el fondo de una piscina de 10 metros de profundidad había descubierto que podía pegar un impulso y salir a flote. Por eso amo leer. Mi vida tomó rumbos insospechados. Me iba con los personajes a sus historias y sacaba la cabeza de vez en cuando en mi realidad. Cuando la veía negra, volvía y metía la cabeza y sentía que todo dolor se iba, como una anestesia que no tardaba en hacer efecto. Y si la historia era muy tenaz, entonces yo pensaba que mi realidad era más afortunada.
    Cuando por estos días saqué la cabeza, le compartí a mis secuaces de vida y periodismo este ejercicio. Claudia y David estuvieron de acuerdo y así fue que nació esta idea que hoy ofrecemos. Es nuestra manera de entregarte literatura como muestra de afecto y amor por la humanidad… Para horas difíciles, para la soledad, para cualquier destino, para cualquiera, Cuestión Pública te lee. Cuando pensamos en algo más que periodismo para ofrecer en estos tiempos, pensamos en leerte a ti, que no sabemos quién eres, pero suponemos que estás como nosotros: aislados y sin saber muy bien cómo llenar nuestras horas de vida. Y sí, lo sabemos, el tema de la pandemia nos ahoga. Esperamos que no estés enferma ni enfermo, pero si lo estás, con mayor fuerza estas historias son para ti. ¡Fuerza, mucha fuerza! #CuestiónTeLee #QuédateEnCasa #AlVirusLoParamosEntreTodos
    Nota: Si te animas y quieres decirnos qué historia quieres que te leamos, deja aquí tus sugerencias. O si las quieres leer y grabarte, bienvenid@s. Puedes compartir desde tus redes o enviarnos las grabaciones y las publicaremos. No sé si tenemos restricciones de derechos de autor, pero, por las dudas, mejor solicitar la lectura de obras que ya sean libres de derechos. También si son relatos cortos para que la edición sea más rápida… Si te animas y nos lees y enciendes con tu voz la vida de cada uno de nosotros, dale, nos encantaría.
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    Fragmento leído de Revelación de un mundo. Selección de textos, presentación, revisión y notas de Amalia Sato. Traducción de Amalia Sato.
    © Adriana Hidalgo editora S.A.

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