Hermosa composición del folclore chileno, que trata de como el paso del tiempo va dejando en el pasado todo lo que conocemos y como ya no hay vuelta atrás, no todos saben que los ejemplos de Arlequin, Pierrot y Colombina, vienen de una obra teatral del siglo XIX llamada comedia del arte y que el gran amor de Arlequin y Colombina, sería con el tiempo solo recuerdos, quedando Arlequin solo como padrino de uno de los nietos de Colombina... el tiempo que no fue.
Como olvidados disfraces de un carnaval ya pretérito, se van quedando arrumbado en los desvanes del tiempo, costumbres y personajes curiosos y pintorescos. Son ropajes del pasado gastados por el progreso, que gusta de cada ocasión lucir de tipos diversos. Hay muchos que se han perdido para siempre y sin remedio, algunos de vez en cuando, animan nuevos modelos y otros. Y otros, aun siguen prendidos en las ramas del recuerdo, para abrigar la emoción, para vestir el ejemplo. Y hacernos vivir dormidos y hacernos soñar despiertos. Cuanto que hace que las lloronas tuvieron su propio entierro, la llave del esquinazo ya no abre el portón discreto. Aun perdura el pan de pascua y el ponche del año nuevo, pero, alojas y mistelas son nombres de frascos secos. Las chayas y serpentinas tuvieron su último vuelo, cuando Pierrot su golilla cambio por un cuello suelto. Colombina se caso con un industrial muy serio, y hoy es padrino Arlequín del último de sus nietos. Se está apagando de apoco el farol del hallullero, igual que el del motemei, igual que el del pan de huevo. Y en los pueblos de provincia guasquean los Victorieros, sus sueños de alba y pescante junto a sus flacos jamelgos, por sendas de telarañas desde una ayer sin regreso. Desde su cabeza dormido el pasado huye del tiempo, pero a veces, cuando vela la nostalgia y el silencio. Y junto a la media noche entra en puntillas el sueño. Al rodar las campanadas y desparramarse de lejos. Surgiendo desde el pasado, una figura sin cuerpo, se yergue sobre el callejón sombrío de los recuerdos, con un bastón un candil y una capa de remiendos. Mientras del tajamar brota un pregón sin acento, que rueda por la cañada la chimba y el puente viejo. Ave Maria Purisima… y sereno.
Poesia pura, sin mucha portada, hay mucho que agradecerle señor Jorge Yañez
Me encantan Jorge Yañez y Los Moros, desde niña...Besitos a todos ellos.
Elisa de Valparaíso
Escuchando estas hermosas canciones en Barriales... Santa Cruz sexta region capital de la zona huasa orgulloso
Hermosa composición del folclore chileno, que trata de como el paso del tiempo va dejando en el pasado todo lo que conocemos y como ya no hay vuelta atrás, no todos saben que los ejemplos de Arlequin, Pierrot y Colombina, vienen de una obra teatral del siglo XIX llamada comedia del arte y que el gran amor de Arlequin y Colombina, sería con el tiempo solo recuerdos, quedando Arlequin solo como padrino de uno de los nietos de Colombina... el tiempo que no fue.
Como olvidados disfraces de un carnaval ya pretérito,
se van quedando arrumbado en los desvanes del tiempo,
costumbres y personajes curiosos y pintorescos.
Son ropajes del pasado gastados por el progreso,
que gusta de cada ocasión lucir de tipos diversos.
Hay muchos que se han perdido para siempre y sin remedio,
algunos de vez en cuando, animan nuevos modelos y otros.
Y otros, aun siguen prendidos en las ramas del recuerdo,
para abrigar la emoción, para vestir el ejemplo.
Y hacernos vivir dormidos y hacernos soñar despiertos.
Cuanto que hace que las lloronas tuvieron su propio entierro,
la llave del esquinazo ya no abre el portón discreto.
Aun perdura el pan de pascua y el ponche del año nuevo,
pero, alojas y mistelas son nombres de frascos secos.
Las chayas y serpentinas tuvieron su último vuelo,
cuando Pierrot su golilla cambio por un cuello suelto.
Colombina se caso con un industrial muy serio,
y hoy es padrino Arlequín del último de sus nietos.
Se está apagando de apoco el farol del hallullero,
igual que el del motemei, igual que el del pan de huevo.
Y en los pueblos de provincia guasquean los Victorieros,
sus sueños de alba y pescante junto a sus flacos jamelgos,
por sendas de telarañas desde una ayer sin regreso.
Desde su cabeza dormido el pasado huye del tiempo,
pero a veces, cuando vela la nostalgia y el silencio.
Y junto a la media noche entra en puntillas el sueño.
Al rodar las campanadas y desparramarse de lejos.
Surgiendo desde el pasado, una figura sin cuerpo,
se yergue sobre el callejón sombrío de los recuerdos,
con un bastón un candil y una capa de remiendos.
Mientras del tajamar brota un pregón sin acento,
que rueda por la cañada la chimba y el puente viejo.
Ave Maria Purisima… y sereno.
Hay que hacer justicia a un par de los mejores compositores de Chile: Rivanera y Moglia. Pura poesía costumbrista.