Santiago-Valle Las Trancas. Chile

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  • čas přidán 17. 06. 2024
  • 1 de julio de 2015. Aeropuerto Barajas-Adolfo Suárez. T4S.
    El viaje que engendra recuerdos de vida es el mejor regalo que podemos ofrecerle a nuestra propia vejez. Si acaso esto ya lo lee un viejo triste, derrotado y solitario. ¿Tengo yo algo que decirle a ese anciano? ¿Quedará algo de esta sutil escena en la enmarañada piel del viejo donde se enredan los episodios de una vida ya perdida? La precisión de la encrucijada en la que estoy se habrá diluido como la medicina en la sangre. Un año terrible que, a cambio, me indemniza con un futuro más incierto. Poco a poco, con un poco de suerte, los falsos interlocutores, las momias auténticas irán siendo sustituidas. La inercia telúrica empuja a los rincones donde la verdad se manifiesta de una forma especialmente poderosa. Ahí, justo ahí, también deseo encontrarme con la gente pura que permanece a salvo de esas hordas de inventores de estilo que parecen estar destilando el último prototipo de momia con cerebro colonizable en un aséptico laboratorio de mercadotecnia.
    2 de julio. Santiago de Chile.
    Ha sido un viaje muy largo. He llegado a las 11:00h.
    La amabilidad de la gente se percibe de inmediato, no sé si ayuda la expresión de amistad en los rostros y ese acento tan simpático que recuerda un poco al murciano.
    Santiago es enorme, caótico y gris, pero al atardecer gana una apariencia mucho más interesante porque el bullicio que produce el ritmo acelerado de la gente acudiendo al trabajo o a las obligaciones se mantiene a costa de una actividad artística y musical que estalla convirtiendo la calle en una especie de escenario desorganizado y discontinuo.
    He subido el Cerro San Cristóbal. Arriba hay un montaje de ambiente cristiano de amor a la virgen que no me esperaba. Es una pena que no hiciera un día claro, porque la cuidad está rodeada de altas y cercanas montañas que deben ofrecer una panorámica muy poderosa con los numerosísimos edificios contenidos en el interior.
    Me hospedo en Hostal Forestal. Un lugar acogedor con muchos turistas gestionado por dos chicas jóvenes muy atentas. He conocido a un grupo de jóvenes argentinos que vienen a ver la copa América, y dos españoles que vienen a trabajar como profesores de esquí. Uno de ellos me dice que evite las ciudades, por lo general ofrecen poco y son muy feas. Todavía no sé dónde voy a ir mañana. El problema de viajar en bus es que es difícil llegar a los rincones que merece la pena visitar.
    En la distancia me he dado cuenta de que llevo un año conteniendo el aliento, un año sin respirar.
    3 de julio. Santiago de Chile.
    Podría aclimatarme a Santiago rápidamente. Una ciudad enorme y frenética de más de seis millones de habitantes mantiene con naturalidad un tono -diría casi- rural gracias al carácter cercano y amable de su gente.
    No recuerdo el tiempo que hacía que no dormía siete horas seguidas. Hoy he vuelto a hacerlo, como solía ocurrir antes de abandonar de manera perpetua la calma.
    La habitación para seis personas del Hostal Forestal es muy acogedora a pesar del viejo edificio y el mobiliario destartalado. La cama, que no prometía nada, ha tenido inesperadamente un efecto terapéutico en mi espalda.
    En Santiago amanece muy tarde, no antes de las 8:30. ¿Para qué iba a hacer falta el sol más temprano?
    Por la mañana he seguido la Avenida Recoleta hasta el cementerio general. Resulta curioso la gran cantidad de operarios de mantenimiento que trabajan en él, reparando las tumbas o cuidando las plantas. Como si al cementerio le hubieran regalado uno por cada carabinero que patrulla el exterior viviente.
    La decadente consecuencia del paso del tiempo que se manifiesta artísticamente en las tumbas del pueblo anodino contrasta con el testimonio monumental de los panteones de los muertos célebres. Entre estas dos realidades extremas que entorpecen la identidad propia del cementerio como si hubiesen coincidido casualmente en un mismo terreno, encuentro la humilde tumba de una señora llamada Carmen, casi enterrada también bajo las muestras de afecto y agradecimiento que la gente ha ido depositando sobre ella.
    Visito el memorial de las víctimas de la dictadura con los nombres de detenidos y ejecutados entre 1973 y 1990. Continúo hasta la tumba de Pedro Montt, muerto en Europa en 1910 y repatriado en un sarcófago de hierro con patas de león que puede verse tras las rejas del panteón. También el mausoleo de Gladys Millie, presidenta del partido comunista de Chile, que llegó a ser candidata a la presidencia del gobierno. Por último, el sobrio panteón de Salvador Allende, sin ninguna referencia cristiana.
    Francamente me siento bien entre la tranquilidad del cementerio pero regreso a la animada avenida Recoleta en dirección al Mercado Central. Doy un paseo entre los puestos de pescado y marisco y salgo a la plaza donde muchos profesores se manifiestan en contra de la reforma educativa promovida por el gobierno que afirma con cinismo pretender generalizar la educación pública y eliminar el lucro en el sector,

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